El año 2025 comienza con diversas amenazas sobre un crecimiento económico frágil y fragmentado dentro de la unión económica y monetaria. Los países periféricos y con menos peso del sector industrial muestran mejores perspectivas que los centroeuropeos, especialmente Francia y Alemania. Los analistas esperan un crecimiento del producto interior bruto para el conjunto de la unión europea de aproximadamente el 1%, claramente inferior al crecimiento potencial de la economía comunitaria.
Los factores que explican estas débiles perspectivas son:
• La falta de visibilidad sobre el impacto que la nueva política comercial y arancelaria de Estados Unidos pueda tener sobre la economía comunitaria.
• Los elevados precios de la energía en Europa, derivados del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania por la elevada dependencia del gas ruso, aumentan los costes de la industria europea. El incremento de los costes industriales reduce el potencial exportador y debilita la demanda interna.
• El diferencial de crecimiento potencial entre la economía europea y estadounidense, provoca que los flujos de inversión se desplacen preferentemente hacia Estados Unidos en detrimento de la Unión Europea. Dicha preferencia inversora se apoya en una mayor robustez del mercado laboral americano frente al europeo, una demanda interna más potente que estimula el consumo y una estructura económica con mayor peso del sector tecnológico, fundamentalmente de la inteligencia artificial que es el principal motor de crecimiento actual en los mercados financieros.
• La situación de inestabilidad política que asola los principales mercados de capitales europeos. Las principales economías de la unión cuentan actualmente con gobiernos sustentados en frágiles e inestables mayorías parlamentarias; destacando la situación en Alemania, dónde el canciller Scholz se ha visto obligado a convocar elecciones por perder la confianza del parlamento, y en Francia, dónde el presidente Macron acaba de sustituir a su primer ministro después de un voto de censura parlamentario al anterior.
En este contexto de fragilidad económica, el sector financiero del viejo continente se enfrenta a un año 2025 marcado por el ciclo bajista de los tipos de interés. Desde el punto de vista financiero, la reducción de los tipos de interés estrecha el diferencial de los préstamos a tipo variable y por tanto impacta negativamente en el margen de intereses. Desde el punto de vista estratégico, el sector financiero necesita desarrollar iniciativas que:
• Por un lado, aumenten el volumen de crédito concedido.
• Y por otro lado, aumenten el peso de las comisiones por servicios financieros para reducir el peso del margen de intereses en los ingresos recurrentes.
La consecución de ambos objetivos, según los analistas, debería arrojar como resultado el mantenimiento de la rentabilidad del sector financiero por encima del 10%, consiguiendo batir el coste del capital. Para lograrlo es clave que la calidad de los activos financieros no se deteriore, manteniendo estructuralmente bajo el nivel de provisiones. La estricta gestión de los riesgos financieros, sobre todo en los procesos de valoración de la calidad crediticia de los clientes, es esencial en este nuevo entorno de crecimiento del volumen de crédito concedido.
El mayor riesgo estratégico que afrontan los intermediarios bancarios en este contexto es el pricing de las operaciones, sobre todo a los segmentos más rentables, en este entorno de crecimiento del volumen de crédito. El alto nivel de competencia que se registra en el sector financiero europeo, no debe llevar a ninguna entidad a realizar un pricing incorrecto de los riesgos financieros asumidos con el fin de mejorar su posición competitiva y ganar rápidamente cuota de mercado. Lo anterior es el camino más rápido para desembocar en un ciclo de pérdida de rentabilidad y deterioro de la solvencia, debido al deterioro de la calidad de los activos financieros.
¿Qué ocurrirá en el 2025 dentro del sistema bancario español?
Analizando en detalle las perspectivas para el sector financiero español, hemos de comenzar señalando que España es uno de los países que presenta mejores perspectivas de crecimiento del producto interior bruto para 2025. Para el sector financiero nacional, el año 2025 va a estar marcado por el desacople entre la economía española y la europea, con una estimación de crecimiento del producto interior bruto del 2,4% frente a poco más del 1% para el conjunto de la unión económica y monetaria.
Dentro de la tónica positiva para el sector financiero español, hay tres factores de riesgo que pueden ensombrecer la evolución final:
• Para 2025 el conjunto de analistas espera un deterioro del coste del riesgo como consecuencia del crecimiento que ha experimentado la actividad en las carteras de consumo y banca de empresas en los ejercicios previos.
• La prórroga del impuesto que grava los ingresos recurrentes, margen de intereses y comisiones, durante tres ejercicios adicionales. La prórroga del impuesto aumenta los tipos impositivos para los bancos de mayor tamaño, lo cual introduce un comportamiento asimétrico entre en el sector financiero en función de su tamaño. Además de lo anterior, el diseño del impuesto arroja como consecuencia un endurecimiento de las condiciones crediticias para los clientes de peor calidad, puesto que al ser los ingresos recurrentes el hecho imponible las provisiones por el deterioro de la calidad de los activos financieros no son deducibles.
• La exposición del sistema financiero español a los activos dañados por el temporal climático acaecido en Valencia en octubre de 2024 está estimada en 20.000 millones de euros, 13.000 millones con garantía hipotecaria y otros 7.000 en préstamos a empresas. A pesar de las garantías expedidas por el gobierno español para esta contingencia, es previsible que una parte de los activos financieros afectados se deterioren y terminen ocasionando pérdidas al sistema financiero.
En resumen, y no dejando de observar los problemas derivados por los tres aspectos anteriores, el año 2025 comienza con buenas perspectivas para el sector financiero español. Buenas perspectivas apuntaladas en el crecimiento de los ingresos recurrentes por al aumento de la actividad crediticia, la estabilidad en los costes que permita mejorar la eficiencia del sector y un crecimiento moderado del coste del riesgo. Por tanto el sector financiero ganará rentabilidad en un entorno en el que los niveles de capital se mantendrán estables, dado que los excedentes se destinarán a la retribución de los accionistas y a financiar los mayores niveles de actividad.