Carbon Markets, ¿negocio además de necesidad regulatoria?
¡La reducción de emisiones de gases contaminantes a la atmósfera es un objetivo global de la humanidad y, cómo tal, no puede pasar inadvertido para el sistema financiero. Aunque a primera vista pueda parecer que tienen escasa relación la emisión de gases contaminantes y el negocio financiero, nada más distante de la realidad actual. Los mercados de carbono son cruciales para lograr el objetivo global de reducir las emisiones de gases contaminantes a la atmósfera.
Los mercados de carbono son sistemas comerciales, con funcionamiento similar a las bolsas de valores u otros mercados financieros, en los que se transmiten crédito de carbono. Los créditos de carbono son instrumentos financieros que permiten a los agentes económicos, empresas o gobiernos, compensar aquellas emisiones de carbono que son más difíciles de eliminar.
El tratamiento de los créditos de carbono como activos financieros radica en que no todas las fuentes de emisión de dióxido de carbono son gestionables y eliminables de forma ágil por empresas y gobiernos. Muchas de estas fuentes de emisión de dióxido de carbono a la atmósfera son el resultado de actividades humanas que no es fácil erradicar, como el uso de calefacciones de carbón o la circulación de vehículos de combustión. Por ello es necesario fijar un precio al exceso de emisiones, con el fin de encarecer esos procesos y desincentivarlos en favor de otros sustitutivos que reduzcan o eliminen las emisiones. De lo anterior, se puede concluir que un crédito de carbono es un permiso para emitir carbono a la atmósfera y se trata como un activo financiero porque tiene que tener un precio.
Un crédito de carbono otorga a su tenedor el derecho de emitir una tonelada de carbono, o el equivalente de otra sustancia que provoca efecto invernadero en la atmósfera. Los créditos de carbono se pueden adquirir en los mercados de carbono u originar a través de proyectos que reduzcan la emisión de carbono a la atmósfera, como por ejemplo sistemas de captura de dióxido de carbono o proyectos de reforestación.
El objetivo de este sistema es penalizar a los agentes económicos más contaminantes en favor de aquellos con mayor eficacia ambiental, para que estos últimos puedan compensar o financiar sus inversiones ambientalmente sostenibles con la venta de los créditos de carbono generados. Los mercados de carbono son la plataforma financiera en la que se pueden comerciar con los dichos derechos.
Con frecuencia se habla de mercados de carbono en general, pero debemos de tener en cuenta que existen dos tipologías distintas en función de su finalidad: los mercados de carbono obligatorios y los mercados de carbono voluntarios.
Los mercados de carbono obligatorio nacen a partir de regulaciones y políticas públicas de carácter nacional o supranacional. Por lo anterior, son los gobiernos o los reguladores los que definen los límites específicos para las emisiones totales de gases de efecto invernadero, como es el dióxido de carbono, por parte de determinadas empresas o sectores industriales. Estos límites son denominados Esquemas de Comercio de Emisiones. Los mercados obligatorios tienen un papel esencial en el cumplimiento de los objetivos de reducción de emisiones y en el fomento de la responsabilidad ambiental a nivel regulatorio.
Por otro lado, existen los mercados voluntarios de emisiones de carbono. La principal diferencia frente a los anteriores radica en que su existencia no obedece a obligaciones o imposiciones de tipo legal sino a la voluntad de reducir o compensar emisiones por parte de sus participantes. En estos mercados, que tienen implantación internacional, se comercia con los derechos generados a partir de proyectos ambientalmente sostenibles, como los sistemas de captura de dióxido de carbono o los proyectos de reforestación mencionados anteriormente.
¿Cuál ha sido el camino hacia el paradigma actual de los mercados de carbono y cuál es su futuro?
El protocolo de Kyoto, firmado en 1997, fue el primer cuerdo internacional que tenía por objetivo luchar contra el cambio climático y reducir las emisiones de carbono a la atmósfera originadas por actividades humanas. En dicho acuerdo, se estableció el primer sistema de créditos de carbono apoyado en dos mecanismos o esquemas de comercio de emisiones hoy todavía vigentes:
• El mecanismo Clean Development Mechanism, que permite a los países con mayor desarrollo económico invertir en proyectos, ambientalmente sostenibles, para reducir y compensar aquellas actividades contaminantes desarrolladas en sus territorios.
• El mecanismo Joint Implementation, que permite a los países con mayor desarrollo económico compensar parte de sus emisiones de carbono con inversiones ambientalmente sostenibles que reducen las emisiones de terceros países con un nivel de desarrollo económico inferior.
Sin embargo, los resultados obtenidos por la implantación del protocolo de Kyoto distan de los objetivos marcados. Además de no conseguir reducir la cifra global de emisiones de carbono a la atmósfera, su fracaso estriba en no haber alcanzado una certificación global para los créditos de carbono que permita la verificación de su correcto uso y finalidad, que facilite su homologación entre las diferentes jurisdicciones y facilite su comercio a nivel internacional.
Con posterioridad al protocolo de Kyoto, el acuerdo de París de 2015 o la cumbre global del clima de Glasgow de 2021 han incluido cambios en la estructura de los mercados de carbono. Hoy en día los dos mecanismo surgidos del protocolo de Kyoto siguen siendo referentes mundiales en la materia, pero existen otros 5 grandes mercados voluntarios de carbono en el mundo.
En la actualidad, y a medida que los efectos del cambio climático son más evidentes, los mercados de carbono son percibidos como más necesarios pero siguen jugando un papel local vinculado a las jurisdicciones políticas a los que están referenciados. El carácter global del desafío requiere de una mayor internacionalización de los mercados voluntarios de carbono, que inevitablemente pasa por dar solución al mayor reto que hoy continuando teniendo los créditos de carbono, su homologación global y la certificación independiente de su correcto uso.